http://www.dx.doi.org/10.14718/ACP.2018.21.1.2

Cyberbullyingy estratégias de afrontamiento en adolescentes del sur de Brasil

Cyberbullying e Estratégias de Coping em Adolescentes do Sul do Brasil

Cyberbullying and coping strategies in adolescents from Southern Brazil

Caroline Louise Mallmann1*
Carolina Saraiva de Macedo Lisboa1
Tiago Zanatta Calza2

1 Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul,
2 Universidade Federal do Rio Grande do Sul

* Avenida Ipiranga, 6681, Prédio 11, Sala 929. Porto Alegre-rs, Brasil. cep: 90619-900. Telefone: (+5551) 33537750. carolinemallmann@hotmail.com

Recibido, diciembre 14/2016
Concepto de evaluación, abril 28/2017
Aceptado, mayo 29/2017

Referencia: Mallmann, C. L., Lisboa, C. S. M. & Calza, T. Z. (2018). Cyberbullying e estratégias de coping em adolescentes do sul do Brasil. Acta colombiana de Psicología, 21(1), 13-22. doi: http://www.dx.doi.org/10.l4718/ACP.2018.21.1.2



Resumen

El cyberbullying es definido como un fenómeno que involucra comportamientos agresivos, intencionales y repetitivos perpetrados por un individuo o un grupo a través de medios electrónicos durante un periodo determinado contra una víctima que presenta dificultades para defenderse. Por otra parte, las estrategias de afrontamiento (coping) son un conjunto de esfuerzos cognitivos y comportamentales cambiantes, utilizados para lidiar con exigencias internas o externas evaluadas como que exceden o desbordan sus recursos personales. El presente trabajo tuvo por objetivo investigar la prevalencia del cyberbullying en adolescentes de dos ciudades de Rio Grande do Sul (Brasil), así como su relación con las estrategias de afrontamiento. En total, participaron 273 adolescentes (M = 14.91 años; DE = 1.45), habitantes de la capital y de una ciudad del interior del Estado, que respondieron una encuesta de datos sociodemográficos, la escala Revised Cyberbullying Inventory y el Inventário de Estratégias de Coping de Folkman y Lazarus. Los resultados indicaron que el 58 % de los adolescentes se encuadraba en alguna categoría de agresión; y que los promedios de las estrategias afrontamiento de autocontrol, soporte social y escape-huida resultaron ser significativamente mayores para las víctimas que para los no involucrados. Asimismo, la estrategia de confrontación fue más utilizada por las víctimas-agresores que por los no involucrados. Al final se discute sobre la gran incidencia del cyberbullying en la muestra investigada, así como la utilización de las estrategias de afrontamiento mencionadas.

Palabras clave: Psicología escolar, cyberbullying, adolescencia, estrategias de coping.



Resumo

Cyberbullying é definido como um fenômeno que envolve comportamentos agressivos, intencionais e repetitivos, realizados através de meios eletrônicos, ao longo de um determinado período, e perpetrados por um indivíduo ou grupo contra uma vítima que apresenta dificuldade em se defender. Já estratégias de coping são um conjunto de esforços cognitivos e comportamentais mutáveis, utilizados para lidar com exigências internas ou externas, avaliadas pelo indivíduo como excessivas aos seus recursos. O presente trabalho teve por objetivo investigar a prevalência de cyberbullying em adolescentes de duas cidades do Rio Grande do Sul (Brasil), bem como sua relação com as estratégias de coping. Participaram do estudo 273 adolescentes (M = 14.91 anos; DP = 1.45), habitantes da capital e de uma cidade do interior do Estado. Estes foram convidados a responder a um questionário de dados sociodemográficos, bem como às escalas Revised Cyberbullying Inventory e ao Inventário de Estratégias de Coping de Folkman e Lazarus. Os resultados indicaram que 58 % dos adolescentes se enquadravam em alguma categoria de agressão. Além disso, as médias das estratégias de coping de autocontrole, suporte social e fuga-esquiva foram significativamente maiores para as vítimas que para os não envolvidos. Por sua vez, a estratégia de confronto foi maior para as vítimas-agressores que para os não envolvidos. Discutem-se a grande incidência de cyberbullying na amostra pesquisada e a prevalência de estratégias de coping mencionadas.

Palavras-chave: Adolescência, cyberbullying, estratégias de coping, psicologia escolar.



Abstract

Cyberbullying is defined as a phenomenon that involves aggressive, intentional and repetitive behaviors, carried out through electronic means, during a given time, and perpetrated by an individual or group against a defenseless victim. Coping strategies are a range of changeable cognitive and behavioral efforts used to cope with internal and external demands appraised by the individual as excessive to their resources. This paper aims to investigate the prevalence of cyberbullying among adolescents of two cities in Rio Grande do Sul (Brazil), and its relationship with coping strategies. 273 adolescent boys and girls (M = 14.91 years; SD = 1.45), living in the State capital and in a countryside town took part in this study. Participants were asked to respond to a socio-demographic questionnaire, as well as to the Revised Cyberbullying Inventory and the Coping Strategies Inventory by Folkman and Lazarus. Results indicated that 58 % of the adolescents were included in at least one category of aggression. In addition, the statistical means for self-control, social support and avoidance coping strategies were significantly higher for the victims compared to the not-involved youth. On the other hand, victims-aggressors scored higher on the confrontation strategies than the not involved ones. The great incidence of cyberbullying is discussed, as well as the prevalence of the abovementioned coping strategies.

Key words: School psychology, cyber-bullying, adolescence, coping strategies.



INTRODUCCIÓN

Con la difusión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y las redes sociales, en los últimos años ha crecido sustancialmente la utilización de dichos medios entre la población adolescente (Sevcíková, Smahel & Otavová, 2012). En Brasil, en un estudio realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2013) con adolescentes de entre 12 y 17 años de edad, el 64 % de los encuestados dijeron estar diariamente online, sobre todo, más que otras razones, para comunicarse con amigos. A partir de esto, puede decirse que el internet y otros aparatos tecnológicos se convirtieron en parte esencial de la vida social de los jóvenes; sin embargo, así como estas tecnologías pueden ofrecer diversos beneficios, también pueden ser un medio para realizar las llamadas agresiones electrónicas, entre las cuales, la que más se destaca es el cyberbullying (Palfrey & Gasser, 2011).

Aún no existe un consenso en la literatura con relación a la definición del cyberbullying (Dredge, Gleeson & Garcia, 2014) . Sin embargo, una de las teorías más aceptadas es la propuesta por Slonje y Smith (2008), que deriva de la concepción de Olweus sobre el bullying tradicional. De acuerdo con estos autores, el cyberbullying puede ser comprendido como un comportamiento agresivo, intencional y repetitivo perpetrado por un individuo o un grupo a través de medios electrónicos a lo largo de un determinado período contra una víctima que presenta dificultades para defenderse (Slonje & Smith, 2008). Es decir, se trata de un proceso de interacción y expresión de agresividad, en el cual aparece, de forma sistemática, el abuso de poder por medio de la utilización de las TIC (Smith, Steffgen & Sittichai, 2013).

Las agresiones electrónicas pueden asumir diferentes formas y, generalmente, involucran el uso de computadores, teléfonos móviles y tablets con acceso a internet. Estas tecnologías son utilizadas para publicar, compartir o enviar mensajes, fotos, videos o audios con contenido agresivo, sexualizado o vergonzoso, con el objetivo de ofender, humillar, avergonzar, amenazar o agredir a la víctima (Li, Smith & Cross, 2012; Menesini & Spiel, 2012). Tales agresiones pueden ser realizadas a través de correos electrónicos, mensajes de texto, aplicaciones para chatear -como WhatsApp- o redes sociales -como Facebook, Twitter, Snapchat o Instagram-, entre otros medios. Aun así, para que la agresión online sea considerada cyberbullying, es necesario que se identifiquen los criterios de desequilibrio de poder, intencionalidad y repetición (Menesini et al., 2013).

Cabe señalar que aunque el cyberbullying presente algunas características semejantes al bullying tradicional, existen algunas distinciones entre los dos fenómenos (Smith, 2012), como que a diferencia del bullying, el cual ocurre "cara a cara", el cyberbullying se realiza de forma indirecta y, en muchos casos, anónima. Esta particularidad pueden dificultar la defensa de la víctima, dado que se torna más complejo responder efectivamente a las agresiones cuando no se sabe la identidad del perpetrador (Smith et al., 2013). También, mientras que el bullying tradicional es demarcado por los límites físicos y temporales de la escuela, el cyberbullying puede ocurrir en cualquier momento y puede alcanzar una audiencia mucho más amplia, como cuando se ven o se repasan fotos o comentarios de manera repetida (Pham & Adesman, 2015). De igual forma, no es raro que las víctimas tengan la percepción de que no hay un lugar en el cual estén salvo de las agresiones, ya que estas pueden aparecer en su móvil o computadora en cualquier momento (Li et al., 2012; Smith, 2012). Por estas razones, se plantea la hipótesis de que el cyberbullying puede representar una amenaza aun mayor que el bullying en términos del ajuste psicosocial de las víctimas.

Con respecto a la prevalencia, en un estudio canadiense conducido por Li (2007), 25 % de los participantes refirieron haber sido víctimas de cyberbullying; de igual forma, en una investigación realizada en los Estados Unidos con adolescentes, el 16 % relató haber sido víctima de cyberbullying (Schneider, O'Donnell, Stueve & Coulter, 2012); y, aunque Walrave y Heirman (2013) encontraron porcentuales más elevados -indicando hasta un 34 % de víctimas-, en otros estudios se reportan índices más bajos, que oscilan entre el 5 % y el 12 % de las muestras (Beckman, Hagquist & Hellström, 2013; Campbell, Spears, Slee, Butler & Kift, 2012; Slonje & Smith, 2008; Smith et al., 2008; Ybarra, Boyd, Korchmaros & Oppenkeim, 2012).

Por otra parte, aunque en menor número que en los países desarrollados, en el contexto latinoamericano también se ha estudiado esta temática. Por ejemplo, una investigación realizada en Perú indicó que el 24.7 % de la muestra reportaba haber sido víctima de cyberbullying (Amemiya et al., 2013), mientras que en Chile, el 11.4 % dijo haberlo sido (Varella, Pérez, Schwaderer, Astudillo & Lecannelier, 2014). Por otra parte, en Brasil, los resultados de una investigación mostraron que el 67.3 % de la muestra relató al menos un episodio de cyber agresión, mientras que el 63.8 % declaró al menos un episodio de cyber victimización en los últimos seis meses (Oliveira, 2016). De igual manera, Wendt (2012) encontró prevalencias de 75.6 % para cyber agresión y 72.7 % para cyber victimización.

A partir de lo encontrado, es necesario destacar que los papeles de la agresión no son necesariamente fijos; es decir, además de víctimas y agresores, también pueden haber víctimas-agresores, que son los que, además de sufrir agresiones, también las realizan -ya sea contra los propios agresores o contra otras víctimas-.

Con respecto a las diferencias de género y las franjas de edad en esta problemática, aún no se encuentra consenso en la literatura; sin embargo, algunas investigaciones apuntan mayores índices de cyber agresión y victimización en mujeres que en hombres (Beckman et al., 2013; Smith et al., 2008), datos semejantes a los encontrados para las formas indirectas de bullying tradicional -divulgar rumores dañinos o chismes-, en los cuales las mujeres suelen estar más involucradas que los hombres (Smith, 2004). Adicionalmente, distintos estudios apuntan que quienes se encuentran más involucrados en el cyberbullying no son los estudiantes de cortas edades, sino los adolescentes de entre 12 y 17 años de edad (Slonje & Smith, 2008; Slonje, Smith & Frisén, 2012).

También, diversos estudios han indicado una asociación positiva entre la victimización electrónica y la presencia de importantes perjuicios psicosociales, y este tipo de agresión se ha asociado a síntomas depresivos, de ansiedad social y baja autoestima (Baker & Tanrikulu, 2010; Jung et al., 2014; Landoll, La Greca, Lai, Chan & Herge, 2015; Nixon, 2014; Patchin & Hinduja 2010). Asimismo, investigaciones recientes indican una relación entre la victimización por cyberbullying y niveles elevados de desconfianza, rabia, culpa y soledad por parte de los involucrados (Beran & Li, 2005; Brewer & Kerslake, 2015; Lonigro et al., 2014), además de dificultades académicas, ideas suicidas y, en casos más extremos, intentos de suicidio (Brown, Demaray & Secord, 2014; Hinduja & Patchin, 2010; Van Geel, Vedder & Tanilon, 2014). De igual manera, hay evidencia sobre la asociación entre la cyber victimización y los problemas externalizantes -como los trastornos de la conducta, por ejemplo- (Jung et al., 2014).

A pesar de lo anterior, los efectos de la victimización por cyberbullying son diversos y dependen de múltiples factores -no solo por la ocurrencia del fenómeno en sí-(Kowalski, Limber & Agatston, 2012). Por ejemplo, en una investigación conducida por Cassidy y Taylor (2005), adolescentes víctimas de bullying tradicional presentaron mayor sufrimiento psicológico cuando utilizaron estrategias de afrontamiento inefectivas -como una baja resolución de problemas-.

De este modo, puede inferirse que el uso de estas estrategias -utilizadas para hacer frente a demandas evaluadas como desbordantes- por parte de las víctimas en el caso del cyberbullying también puede desempeñar un papel fundamental en el sentido de atenuar o potencializar los efectos negativos derivados de la agresión.


Estrategias de afrontamiento y cyberbullying

El Modelo Transaccional de Estrés y Afrontamiento (MTSC) de Lazarus y Folkman (1984) define al estrés como una serie de exigencias específicas, internas o externas, evaluadas por el individuo como mentalmente exigentes o que exceden o desbordan sus recursos personales, y que resultan de la interacción entre el individuo y el ambiente. Para hacer frente a estas demandas, la persona dispone de estrategias de afrontamiento (coping), que se refieren a un conjunto de esfuerzos cognitivos y comportamentales cambiantes, específicos de un determinado contexto. De esta manera, la evaluación de una situación como estresante y la consecuente utilización de estrategias de afrontamiento dependen de la combinación de aspectos ambientales y características individuales (Lazarus & Folkman, 1984).

De acuerdo con este modelo, el proceso de afrontamiento inicia con una evaluación cognitiva del ambiente, donde el individuo busca averiguar si alguna situación o acontecimiento pone en riesgo su bienestar -evaluación primaria-; pero en una evaluación secundaria analiza lo que puede hacerse para superar los estresores o para prevenir los daños (Folkman, Lazarus, Dunkel-Schetter, DeLongis & Gruen, 1986). Es a partir de estas evaluaciones y de los recursos disponibles de cada individuo que las estrategias de afrontamiento son elegidas y puestas en práctica (Raskauskas & Huynh, 2015). Es importante señalar que este proceso de afrontamiento es continuamente mediado por reevaluaciones cognitivas que se dan a partir de modificaciones en la relación del individuo con el ambiente (Lazarus & Folkman, 1984).

De acuerdo a las funciones que ejercen, las estrategias de afrontamiento pueden dividirse en dos grupos principales: el afrontamiento centrado en la emoción y el afrontamiento orientado hacia el problema. Las estrategias centradas en la emoción tienen como objetivo regular las emociones desatadas por la situación estresante y, generalmente, son utilizadas cuando existe la evaluación de que nada puede hacerse para modificar las condiciones ambientales desfavorables (Lazarus & Folkman, 1984); algunas de estas formas de afrontamiento son los procesos cognitivos orientados a la disminución del estrés emocional -como reevaluar positivamente o evitar pensar sobre lo ocurrido-. Adicionalmente, el afrontamiento centrado en la emoción también involucra comportamientos que buscan reducir la activación emocional causada por el estresor, donde puede ocurrir el uso drogas, por ejemplo (Aldwin, 2010).

Por otro lado, las estrategias de afrontamiento orientadas hacia el problema son aquellas que buscan manejar o resolver las dificultades encontradas, y son más utilizadas cuando existe la percepción de que es posible modificar la situación (Lazarus & Folkman, 1984); estas estrategias involucran formas tanto de cambiar directamente las presiones ambientales como de realizar cambios internos -como desarrollar, por ejemplo, nuevas habilidades o adquirir otras aspiraciones-.

En la adolescencia, el incremento de las capacidades metacognitivas del individuo hace posible que las estrategias de afrontamiento presenten diferencias en comparación a las utilizadas en la niñez (Compas, Connor-Smith, Saltzman, Thomsen & Wadsworth, 2001). Así, a través del desarrollo de la metacognición, el adolescente consigue ponderar las consecuencias sociales y emocionales que pueden surgir a partir del uso de determinada estrategia, y decidir cuál es la mejor entre innumerables alternativas (Skinner & Zimmer-Gembeck, 2011). Con esto, podría esperarse que en esta fase haya una mayor diversidad y flexibilidad con respecto a las formas de afrontamiento disponibles -como la búsqueda de apoyo social fuera de la familia o formas más sofisticadas para solucionar los problemas-; sin embargo, en la adolescencia suelen desarrollarse también estrategias de afrontamiento desadaptativas, como la evitación, la rumiación y el uso de alcohol u otras drogas (Aldwin, 2010).

Teniendo en cuenta las diversas consecuencias asociadas a la victimización por cyberbullying, se encuentra que este tipo de agresión es un evento potencialmente estresor que representa una amenaza al bienestar del adolescente. De este modo, las estrategias de afrontamiento orientadas hacia el problema -como informar a los padres, profesores, directores u otras autoridades sobre lo ocurrido- son descritas en la literatura como capaces de disminuir el impacto de la victimización (Machmutow, Perren, Sticca & Alsaker, 2012). Sin embargo, algunos estudios indican que los adolescentes evitan, en muchos casos, reportar lo ocurrido a adultos tanto por el temor a culpas o puniciones -como la suspensión del uso de internet- como por esperar que los padres subestimen el problema (Kowalski et al., 2012; Slonje & Smith, 2008). Asimismo, entre otras estrategias orientadas hacia el problema se destacan aquellas que involucran soluciones técnicas, como salir de determinado sitio web o red social, permanecer offline por algún tiempo o bloquear contactos, entre otras opciones (Jacobs, Dehue, Völlink & Lechner, 2014; Palladino, Nocentini & Menesini, 2012).

Por otra parte, las estrategias de afrontamiento centradas en la emoción pueden incluir vengarse del agresor, evitar pensar sobre lo ocurrido, borrar mensajes, y utilizar alcohol u otras drogas (Jacobs et al., 2014); estrategias que son inefectivas para el manejo del cyberbullying, y que han sido asociadas a síntomas depresivos y a otros cuadros psico-patológicos (Na, Dancy & Park, 2015; Völlink, Bolman, Eppinhbroek & Dehue, 2013).

Teniendo en cuenta lo anterior, es evidente la importancia de identificar las estrategias de afrontamiento utilizadas por los adolescentes para el manejo del cyberbullying, de modo que el objetivo de la presente investigación es identificar las asociaciones entre la agresión, la victimización, la agresión-victimización y la no participación en el cyberbyllying, con la utilización de diferentes tipos de estrategias de afrontamiento en adolescentes brasileños.


MÉTODO


Participantes

En este estudio participaron 273 estudiantes con una edad media de 14.91 años (DE = 1.45), de los que el 48.7 % eran mujeres (N = 133) y el 51.3 %, hombres (N = 140), provenientes de los municipios de Porto Alegre y de Taquari, Rio Grande do Sul, en Brasil. Se eligieron participantes de la franja etaria de entre 13 y 18 años, teniendo en cuenta que la mayor prevalencia de involucrados en el cyberbullying se encuentra en este rango de edad (Slonje & Smith, 2008; Tokunaga, 2010).

El tamaño de la muestra fue definido con el auxilio del software G*Power, considerando un margen de error β de 80 % y un nivel de significancia de .05. Este cálculo indicó la necesidad de 150 participantes como mínimo para poder realizar los análisis estadísticos pretendidos. Se excluyeron de la muestra los adolescentes que demostraron dificultades importantes para entender los instrumentos que hacían parte del estudio (esto a través de su propio relato o el del profesor que acompañó las aplicaciones).


Instrumentos

Encuesta de datos sociodemográficos. La encuesta de datos sociodemográficos es un instrumento desarrollado específicamente para este estudio, el cual contiene, entre otras, preguntas sobre la edad, el sexo y la escolaridad de cada participante.

Revised Cyberbullying Inventory (RCBI) (Topcu & Erdur-Baker, 2010). La participación en el cyberbullying se evaluó con la aplicación del RCBI, de Topcu y Erdur-Baker (2010), instrumento compuesto por 14 ítems que evalúan la frecuencia con la que el respondiente ha realizado o sufrido determinadas formas de agresión online durante los últimos seis meses (por ejemplo, si ha hecho o sufrido amenazas en sitios web, redes sociales o aplicativos -salas de chat, SMS, Facebook, Twitter, Skype, Instagram, Whatsapp, Snapchat, etc.-).

Las preguntas debían responderse en una escala de cuatro puntos -desde "nunca" hasta "más de tres veces"-, y cada ítem tenía que ser preguntado dos veces, considerando la frecuencia de acontecimientos relacionados a la cyber agresión ("yo hice eso") y a la cyber victimización ("eso ha pasado conmigo"). El proceso de validación de esta escala se realizó con población turca, con adolescentes con edades de entre 13 y 21 años, donde se encontraron alfas de Cronbach de .82 en la sub-escala de cyber agresión y de .75 en la escala de cyber victimización (Topcu & Erdur-Baker, 2010). En este estudio se utilizó la versión adaptada de Wendt (2012), en la que se tienen en cuenta a los adolescentes brasileños y la realidad tecnológica actual, y donde se encontraron alfas de Cronbach de .75 para las escalas de cyber agresión y de .76 para la de cyber victimización.

Inventario de Estrategias de Afrontamiento de Folkman y Lazarus (Savóia, Santana & Mejias, 1996). Las estrategias de afrontamiento se evaluaron a través del instrumento propuesto por Savóia, Santana y Mejias (1996), el cual consiste en una adaptación al portugués del Ways of Coping Questionnaire de Folkman y Lazarus (1988). Este es un instrumento de autoinforme que busca evaluar las estrategias utilizadas por el encuestado para manejar las situaciones difíciles y generadoras de estrés.

El cuestionario está constituido por 66 ítems distribuidos en ocho sub-escalas: (a) confrontación, con ítems como "Mostrei a raiva que sentia para as pessoas que causaram o problema" (Demostré la rabia que sentía por las personas que causaron el problema); (b) aislamiento, con ítems como "Procurei esquecer a situação desagradável" (Traté de olvidar la situación desagradable); (c) autocontrol, con ítems como "Procurei guardar para mim mesmo os meus sentimentos" (Traté de guardar para mí mismo mis sentimientos); (d) soporte social, con ítems como "Falei com alguém sobre como estava me sentindo" (Hablé con alguien sobre cómo me estaba sintiendo); (e) aceptación de responsabilidad, con ítems como "Me critiquei, me repreendi" (Me he criticado, me he reprendido), (f) escape-huida, con ítems como "Procurei fugir das pessoas em geral" (Busqué huir de las personas en general); (g) resolución de problemas, con ítems como "Fiz um plano de ação e o segui" (Hice un plan de acción y lo seguí); y (h) reevaluación positiva, con ítems como "Saí da experiência melhor do que esperaba" (Salí de la experiencia mejor de lo que esperaba).

Cada ítem debía ser respondido por el encuestado en una escala tipo Likert de 4 puntos, que variaba desde "no utilicé esta estrategia" a "la utilicé en gran cantidad". Aunque las alfas de Cronbach no fueron comprobadas, en la adaptación de la escala de Ways of Coping Questionnaire al portugués por Savóia et al. (1996), el análisis factorial confirmatorio indicó que gran parte de los ítems se agrupaban de manera semejante en los ocho factores propuestos en el estudio original (Folkman & Lazarus, 1988), y presentó correlaciones positivas entre factores -de moderadas a altas-. Sin embargo, estos datos deben ser evaluados con precaución, tomando en consideración que los análisis se realizaron con un número pequeño de participantes, y que no fue posible la extracción de evidencias de validez. Por esa razón, en el presente estudio se utilizó la versión en portugués de Savóia et al. (1996), pero la indicación de las puntuaciones se hizo a partir de la distribución factorial conforme al instrumento original.


Procedimiento

Los cuestionarios fueron administrados colectivamente durante las clases en las instituciones, y su aplicación -que respetó todos los aspectos éticos exigidos- tuvo una duración de aproximadamente una hora. Específicamente, para llevar a cabo la investigación se le informó a los alumnos sobre el anonimato de las respuestas y el carácter voluntario de la participación en la encuesta, además, los padres o responsables firmaron el formulario de consentimiento informado y los participantes lo hicieron con el formato de consentimiento, esto para demostrar la conformidad con los requisitos para hacer parte de la investigación. Por lo menos un investigador estuvo presente en cada aplicación para explicar los objetivos de la investigación, así como para ofrecer aclaraciones ante posibles dudas.

Antes de iniciar la aplicación, el investigador otorgaba el significado de cyberbullying y orientaba sobre la forma en que debían llenarse los cuestionarios. El RCBI se aplicó antes del Inventario de Estrategias de Afrontamiento con el objetivo de ayudar a los adolescentes en la identificación de situaciones de victimización online. Posteriormente, a quienes habían sido víctimas de cyber agresión en los últimos seis meses se les solicitó diligenciar la escala de afrontamiento. Por otro lado, los alumnos que no referían haber sufrido alguna agresión online eran instruidos para pensar en alguna situación estresora por la cual hubieran pasado para poder responder al cuestionario de afrontamiento.


Análisis de datos

Se evaluó la participación en el cyberbullying a través de las respuestas de los adolescentes en el RCBI. A partir de esto, se consideraron como implicados en el fenómeno todos los estudiantes que indicaron haber perpetrado o sufrido cualquiera de los tipos de cyber agresión listados en el inventario con una frecuencia mínima de "dos a tres veces" o "más de tres veces" en los últimos seis meses.

Por otro lado, se identificaron como víctimas los participantes que marcaron solo las opciones de "eso me ha pasado"; mientras que los que respondían solo en la opción "yo hice eso" fueron considerados como agresores; y los que marcaron las opciones "eso me ha pasado" y "yo hice eso" en cualquiera de los tipos de agresión virtual descritos fueron identificados como adolescentes víctimas-agresores. Finalmente, los estudiantes que refirieron haber sufrido "solo una vez" o "nunca" cualquiera de los tipos de agresión online fueron considerados no participantes en el cyberbullying.

Se utilizó el programa estadístico SPSS v. 20 para analizar los datos. Específicamente, se llevó a cabo el análisis descriptivo (con el fin de investigar las frecuencias entre los diferentes grupos descritos anteriormente), el chi-cuadrado (para evaluar la prevalencia del cyberbyllying con relación al sexo), el análisis de varianza (para comparar medias de afrontamiento entre los diferentes grupos) y la regresión logística (para investigar la posibilidad de un individuo de pertenecer a un grupo u otro a partir de las estrategias de afrontamiento utilizadas).


RESULTADOS

En la Tabla 1 se presenta la incidencia de los grupos de agresores, víctimas, víctimas-agresores y no participantes, organizados por sexo. Más de la mitad de los participantes (58 %) estuvieron involucrados en cyberbullying; específicamente, 12.5 % de los adolescentes reportaron haber sido víctimas, 10.3 % indicaron haber sido agresores y 35.2 % reportaron ser víctimas-agresores. Las mujeres demostraron una participación mayor que los hombres, reportando una diferencia estadísticamente significativa [X2(1) = 4.90, p < .05]. Las pruebas chi-cuadrado indicaron ausencia de diferencias significativas entre los tipos de participación en la agresión online según el sexo del participante [X2(3) = 6.83,p < .78].

Tabla 1. Características sobre el sexo de los participantes por grupo

Fuente: elaboración propia


Las puntuaciones medias de los ocho tipos de estrategias de afrontamiento obtenidas por cada grupo de participantes en el cyberbullying se describen en la Tabla 2. Específicamente, los estadísticos realizados con el ANOVA indicaron diferencias significativas para las estrategias de confrontación, autocontrol, soporte social y escape-huida. Por otra parte, el análisis post hoc, utilizando la corrección de Bonferroni, arrojó que la puntuación media de la estrategia de confrontación fue significativamente más alta en víctimas-agresores que en no participantes. No obstante, las víctimas reportaron utilizar más las estrategias de autocontrol, soporte social y escape-huida que los no participantes, siendo estas diferencias significativas.

Tabla 2. Medias, desviación media y diferencias entre grupos

Fuente: elaboración propia.


Adicionalmente, se realizó una regresión logística para abordar la asociación entre haber sido víctima de cyberbullying y la utilización de determinadas estrategias de afrontamiento. Para este análisis solo se utilizaron las estrategias de afrontamiento que presentaron diferencias significativas (p <= .05) entre los grupos de participación en el ANOVA. La Tabla 3 indica los resultados del análisis multivariados donde la victimización es la variable dependiente y los tipos de estrategias de afrontamiento son las variables predictivas. Como resultado, se identificó una asociación significativa entre la victimización y la utilización de la estrategia de escape-huida. Es decir, los adolescentes que utilizaron esta estrategia de afrontamiento presentaron un 17 % más de probabilidad de ser cyber víctimas que los jóvenes que utilizaron otras estrategias.

Tabla 3. Análisis de regresión logística explicando variaciones en la cyber victimización basada en las estrategias de afrontamiento

Fuente: elaboración propia


DISCUSIÓN

En este estudio se encontró un porcentaje de participantes implicados en el cyberbullying (58 %) mayor a lo reportado en estudios referentes al tema, donde se encuentran prevalencias entre el 20 % y el 40 % (Beran & Li, 2005; Smith et al., 2008; Tokunaga, 2010). Sin embargo, otras investigaciones recientes han indicado también índices más altos de ocurrencia de este fenómeno (Völlink et al., 2013; Calvete, Orue & Gámez-Guadix, 2015). Estas diferencias pueden ser explicadas por el creciente uso de tecnologías entre los adolescentes, que los vuelve más vulnerables a ese tipo de agresión. Otro factor a considerar es la evolución por la cual ha pasado la investigación sobre cyberbullying en la última década, pues esta ha permitido el desarrollo de instrumentos más adecuados para la evaluación de este fenómeno.

Con respecto a las diferencias entre hombres y mujeres en la participación en el cyberbullying se encontró que las mujeres refirieron en mayor frecuencia haber sido víctimas y agresoras que los hombres, mientras que se encontró el mismo número de hombres y mujeres que fueron víctimas-agresores. Pese a esto, dichas diferencias no fueron estadísticamente significativas.

Por otro lado, al compararse los participantes de manera general (independientemente del papel desempeñado en la cyber agresión) con los no participantes, la frecuencia de cyberbullying en mujeres fue significativamente más alta. Estos puntos corroboran la tendencia reportada por Li (2007) de que las mujeres son más propensas a participar en el cyberbullying -una forma de agresión en la que no hay contacto físico directo con la víctima- mientras que los hombres serían los que participan con mayor frecuencia en el bullying tradicional -especialmente, con agresiones físicas-. Estas diferencias pueden entenderse al analizar los patrones sociales normativos que atribuyen expectativas en cuanto a los comportamientos de cada género (Beckman et al., 2013). Es decir que mientras los hombres son enseñados a contestar a las provocaciones de forma agresiva, a las mujeres se les enseña a contestar de forma más sutil o indirecta (Björkqvist, 1994).

En cuanto a la relación entre el tipo de participación en el cyberbullying y las estrategias de afrontamiento utilizadas, tanto víctimas como víctimas-agresores presentaron diferencias significativas en comparación a las no víctimas. Específicamente, las víctimas-agresores demostraron utilizar más la estrategia de confrontación que los no participantes, estrategia que se refiere a las manifestaciones emocionales, a la expresiones de rabia con relación al agresor y al deseo de confrontación directa (Lazarus & Folkman, 1988). De esta manera, el hecho de que la estrategia de confrontación sea más usual en víctimas-agresores puede indicar que la agresión es una respuesta del individuo a la vivencia anterior de victimización. Sin embargo, la confrontación también puede representar un riesgo de revictimización asociado, incluso, al desarrollo de síntomas depresivos (Machmutow et al., 2012).

Con respecto a las víctimas, estas indicaron un mayor uso de dos estrategias centradas en la emoción -el autocontrol y el escape-huida- en comparación con las no víctimas. Específicamente, en la estrategia de autocontrol las puntuaciones medias de las víctimas fueron casi el doble de lo puntuado por los no participantes. Tal diferencia indica que las víctimas tienen mayor propensión a inhibir sus expresiones emocionales y comportamientos espontáneos (Lazarus & Folkman, 1988). Adicionalmente, considerando que el cyberbullying involucra muchas veces formas de críticas y humillación, se hace comprensible que la víctima desarrolle mayor control socioemocional para evitar que ocurran nuevas agresiones. Este resultado se relaciona con los datos reportados en la literatura que relacionan a la victimización por cyberbullying con características internalizantes, lo que puede generar síntomas depresivos, ansiedad social y disminución en la autoestima, entre otras consecuencias (Cross, Lester & Barnes, 2015; Hinduja & Patchin, 2010).

Por otro lado, las víctimas también presentaron mayores puntuaciones en la estrategia de búsqueda de soporte social en comparación a los no-víctimas. Este es un dato positivo teniendo en cuenta que el apoyo social es reportado como una estrategia efectiva para tratar con el cyberbullying y reducir riesgos para el desarrollo de psicopatologías (Hinduja & Patchin, 2009; Nixon, 2014; Raskauskas & Huynh, 2015; Völlink et al., 2013). No obstante, para que el soporte social sea una forma de afrontamiento positivo, es necesario que el adolescente tenga personas con las cuales pueda contar, y que sean capaces de proveer tanto auxilio práctico como apoyo emocional (Palladino et al., 2012).

Para la estrategia de afrontamiento de escape-huida, las víctimas demostraron hacer más uso de ese modo de enfrentamiento que los no-participantes. Esta forma de afrontamiento se refiere a la evitación de pensamientos o situaciones que remetan al cyberbullying, muchas veces a través de comportamientos como dormir o comer excesivamente, utilizar drogas, o apartarse de otras personas. Además, esta estrategia también puede involucrar reevaluaciones no realistas de la situación, como, por ejemplo, esperar que las agresiones paren o desaparezcan (Lazarus & Folkman, 1988). La utilización de este tipo de estrategia se asocia, en diversos estudios, a síntomas depresivos, ansiedad, baja autoestima y al mantenimiento de la victimización (Machmutow et al., 2012; Völlink et al., 2013). Se debe considerar también que en la regresión logística la estrategia de escape-huida fue la única variable predictora para la victimización por cyberbullying. De esta forma, se hace importante el desarrollo de intervenciones que busquen ampliar el repertorio de estrategias de afrontamiento de los adolescentes, buscando priorizar aquellas relacionadas con un mayor bienestar y la promoción de la salud mental.

Para finalizar, cabe resaltar algunas limitaciones en el presente estudio: inicialmente, la generalización de los resultados debe ser tratada con cautela, puesto que para el estudio se tomaron en cuenta escuelas de tan solo dos ciudades del estado de Rio Grande do Sul y que la muestra no es representativa; además, el Inventario de Estrategias de Afrontamiento de Folkman y Lázarus utilizado para identificar las estrategias de afrontamiento presentó algunas limitaciones, pues este instrumento fue elegido debido a la vasta producción científica relacionada al modelo de estrés y afrontamiento formulado por Lázarus y Folkman (1984) y debido al hecho de que es un cuestionario que posee una adaptación al portugués brasileño; sin embargo, el proceso de validación de este instrumento realizado por Savóia et al., (1996) presenta algunas limitaciones, como el hecho de haber utilizado un número de participantes inferior a lo necesario (Pacico & Hutz, 2015).

Por esta razón, el análisis factorial para este instrumento puede ser cuestionado teniendo en cuenta que en la presente investigación se optó por realizar el estudio de las puntuaciones de acuerdo con la versión original de la escala (Folkman & Lázarus, 1988). De esta forma, es necesario realizar nuevos estudios para evaluar la validez de este instrumento. Además de esto, también es importante realizar estudios que busquen desarrollar un instrumento de evaluación de estrategias de afrontamiento direccionadas específicamente al fenómeno del cyberbullying.

En resumen, esta investigación tuvo por objetivo evaluar datos acerca del cyberbullying en adolescentes, así como la relación entre las formas de participación en el fenómeno y las estrategias de afrontamiento utilizadas. El estudio puede contribuir en el avance del conocimiento científico sobre el tema, considerando que aún son escasas las investigaciones brasileñas sobre cyberbullying y estrategias de afrontamiento. Del mismo modo, este estudio puede ayudar para el desarrollo de intervenciones que ayuden a los adolescentes a responder de forma efectiva al cyberbullying, sobre todo en la búsqueda de apoyo social, en la mejora de estrategias de resoluciones de problemas y en la reducción de la utilización de formas evitativas o confrontativas de tratar con la agresión.

Asimismo, se resalta la importancia de realizar nuevos estudios que busquen identificar la prevalencia del cyberbullying en otras regiones del país con el fin de obtener un retrato más fidedigno de la ocurrencia del fenómeno en Brasil. Además, es importante la realización de investigaciones en la población brasileña que busquen estrategias de afrontamiento específicas para el cyberbullying, así como las consecuencias asociadas a su utilización. En este sentido, también son necesarios lineamientos experimentales, como la evaluación de programas de prevención y manejo del cyberbullying, focalizados en la psicoeducación y en el desarrollo de estrategias de afrontamiento más efectivas para tratar con las cyber agresiones.



REFERENCIAS

Aldwin, C. (2010). Stress and coping across the lifespan. Em S. Folkman (ed.), The Oxford handbook of stress, health, and coping (pp. 15-34). Nova York: Oxford University Press.

Amemiya, I., Oliveros, M., Condorimay, Y., Oliveros, R., Barrientos, A., & Rivas, B. E. (2013). Ciberbullying en colegios privados y estatales de primaria en dos distritos de Lima Metropolitana. Anales de la Facultad de Medicina, 74(2), 91-96.

Baker, Ó. E., & Tanrikulu, i. (2010). Psychological consequences of cyber bullying experiences among Turkish secondary school children. Procedia — Social and Behavioral Sciences, 2(2), 2771-2776.

Beckman, L., Hagquist, C., & Hellström, L. (2013). Discrepant gender patterns for cyberbullying and traditional bullying: An analysis of Swedish adolescent data. Computers in Human Behavior, 29(5), 1896-1903.

Beran, T., & Li, Q. (2005). Cyber-harassment: A study of a new method for an old behavior. Journal of Educational ComputingReaserch, 32(3), 265-277.

Björkqvist, K. (1994). Sex diferences in physical, verbal, and indirect aggression: A review of recent research. SexRoles, 30(3), 177-188.

Brewer, G., & Kerslake, J. (2015). Cyberbullying, self-esteem, empathy and loneliness. Computers in human behavior, 48, 255-260.

Brown, C. F., Demaray, & Secord, S. M. (2014). Cyber victimization in middle school and relations to social emotional outcomes. Computers in Human Behavior, 35, 12-21.

Calvete, E., Orue, I., & Gámez-Guadix, M. (2015). Cyberbullying Victimization and Depression in Adolescents: The Mediating Role of Body Image and Cognitive Schemas in a One-year Prospective Study. European Journal on Criminal Policy and Research, 22(2), 271-284.

Campbell, M. A., Spears, B, Slee, P., Butler, D. A., & Kift, S. M. (2012). Victims' perceptions of traditional and cyberbullying, and the psychosocial correlates of their victimisation. Emotional and Behavioural Difficulties, 17(3-4), 389-401.

Cassidy, T., & Taylor, L. (2005). Coping and Psychological distress as a function of the bully-victim dichotomy in older children. Social Psychology of Education, 8(3), 249-262.

Compas, B. E., Connor-Smith, J. K., Saltzman, H., Thomsen, A. H., & Wadsworth, M. E. (2001). Coping with stress during childhood and adolescence: problems, progress, and potential in theory and research. Psychological Bulletin, 127(1), 87-127.

Cross, D. S., Lester, L. J., & Barnes, A. (2015). A longitudinal study of the social and emotional predictors and consequences of cyber and traditional bullying victimisation. International Journal of Public Health, 60(2), 207-217.

Dredge, R., Gleeson, J., & Garcia, X. P. (2014). Cyberbullying in social media networking sites: An adolescent victim's perspective. Computers in human behavior, 36, 13-20.

Folkman, S., & Lazarus, R. S. (1988). Ways of coping questionnaire: Manual, Instrument, Scoring Guide. Mind Garden.

Folkman, S., Lazarus, R. S., Dunkel-Schetter, C., DeLongis, A., & Gruen, R. J. (1986). Dynamics of a stressful encounter: cognitive appraisal, coping, and encounter outcomes. Journal of Personality and Social Psychology, 50(5), 992-1003.

Fundo das Nações Unidas para a Infância — Unicef (2013). O uso da internet por adolescentes.
Recuperado em http://www.unicef.org/brazil/pt/br_uso_internet_adolescentes.pdf.

Hinduja, S., & Patchin, J. W. (2009). Bullying beyond the schoolyard: Preventing and responding to cyberbullying. Corwin Press: Thousand Oaks, ca.

Hinduja, S., & Patchin, J. W. (2010). Cyberbullying and self-esteem. Journal of School Health, 80(12), 614-621.

Jacobs, N. C. L., Dehue, F., Völlink, T., & Lechner, (2014). Determinants of adolescents' ineffective and improved coping with cyberbullying: A Delphi study. Journal of Adolescence, 37, 373-385.

Jung, Y. E., Leventhal, B., Kim, Y. S., Park, T. W, Lee, S. H., Lee, M., & Park, J. I. (2014). Cyberbullying, problematic internet use, and psychopathologic symptoms among Korean youth. Yonsei Medical Journal, 55(3), 826-830.

Kowalski, R. M., Limber, S. P., & Agatston, P. W. (2012). Cyberbullying in the digital age. West Sussex: Wiley-Blac-kwell.

Landoll, R. R., La Greca, A. M., Lai, B. S., Chan, S. F., & Herge, W M. (2015). Cyber victimization by peers: Prospective associations with adolescent social anxiety and depressive symptoms. Journal of Adolescence, 42, 77-86.

Lazarus, R. S., & Folkman (1984). Stress, appraisal, and coping. Nova York: Springer Publishing Company.

Li, Q. (2007). New bottle, but old wine: A research of cyberbullying in schools. Computers in human behavior, 23, 1777-1791.

Li, Q., Smith, P. K., & Cross, D. (2012). Research into cyberbullying. Em Q. Li, D. Cross, & P. K. Smith (eds.), Cyberbullying in the global playground: Research from international perspectives (pp. 3-12). West Sussex: Blackwell Publishing.

Lonigro, A., Schneider, B., Laghi, F., Baiocco, R., Pallini, S., & Brunner, T. (2014). Is Cyberbullying Related to Trait or State Anger? Child Psychiatry & Human Development, 46(3), 445-454. doi: dx.doi.org/10.1007/s10578-014-0484-0.

Machmutow, K., Perren, S., Sticca, F., & Alsaker, F. D. (2012). Peer victimisation and depressive symptoms: Can specific coping strategies buffer the negative impact of cybervictimisation? Emotional and Behavioral Difficulties, 17(3), 403-420.

Menesini E., & Spiel, C. (2012). Cyberbullying: Development, consequences, risks and protective factors. European Jornal of Developmental Psychology, 9(2), 163-167.

Menesini, E., Nocentini, A., Palladino, B. E., Scheithauer, H., Schultze-Krumbholz, A., Frisén, A., & Blaya, C. (2013). Definitions of cyberbullying. Em P. K. Smith, & G. Steffgen, (eds.), Cyberbullying through the new media: Findings from an international network (pp. 23-36). Londres: Psychology Press.

Na, H., Dancy, B., & Park, C. (2015). College Student Engaging in Cyberbullying Victimization: Cognitive Appraisals, Coping Strategies, and Psychological Adjustments. Archieves of Psychiatric Nursing, 29(3), 155-161.

Nixon, C. L. (2014). Current perspectives: The impact of cyberbullying on adolescent's health. Adolescent Health, Medicine and Therapeutics, 5, 143-158.

Oliveira, J. C. C. (2016). Cyberbullying entre adolescentes usuários de internet: um estudo de levantamento online (dissertação de mestrado). Universidade Federal de Juiz de Fora, Juiz de Fora.

Pacico, J. L., & Hutz, C. (2015). Validade. Em C. Hutz, D. Bandeira, & C. Trentini (orgs.), Psicometria (pp. 71-95). Porto Alegre: Artmed.

Palfrey, J., & Gasser, U. (2011). Nascidos na era digital: Entendendo a primeira geração de nativos digitais. Porto Alegre: Artmed.

Palladino, B. E., Nocentini, A., & Menesini, E. (2012). Online and offline peer led models against bullying and cyberbullying. Psicothema, 24(4), 634-639.

Patchin, J. W., & Hinduja, S. (2010). Cyberbullying and selfesteem. Journal of school mental health, 80(12), 614-621.

Pham, T., & Adesman, A. (2015). Teen victimization: Prevalence and consequences of traditional and cyberbullying. Current opinion in pediatrics, 27(6), 748-756.

Raskauskas, J., & Huynh, A. (2015). The Process of Coping with Cyberbullying: A Systematic Review. Aggression and Violent Behavior, 23, 118-125.

Savóia, M. G., Santana, P. R., & Mejias, N. P. (1996). Adaptação do inventário de estratégias de coping de Folkman e Lazarus para o português. Psicologia usp, 1(2), 183-201.

Schneider, S. K., O'Donnell, L., Stueve, A., & Coulter, R. W. (2012). Cyberbullying, school bullying, and psychological distress: A regional census of high school students. American Journal of Public Health, 102(1), 171-177.

Sevcíková, A., Smahel, D., & Otavová, M. (2012). The perception of cyberbullying in adolescent victims. Emotional and behavioural difficulties, 17(3-4), 305-317.

Skinner, E. A., & Zimmer-Gembeck, M. J. (2011). Perceived control and the development of coping. Em S. Folkman (ed.), & P. E. Nathan (series editor), The Oxford handbook of health, stress and coping (pp. 35-62). Nova York: Oxford University Press.

Slonje, R., & Smith, P. K. (2008). Cyberbullying: Another main type of bullying? Personal and social sciences, 49(2), 147-154.

Slonje, R., Smith, P. K., & Frisén, A. (2012). Process of cyberbullying, and fellings of remorse by bullies: A pilot study. European Journal of Developmental Psychology, 2(2), 244-259.

Smith, P. K. (2004). Bullying: Recent developments. Child and adolescent mental health, 9(3), 98-103.

Smith, P. K. (2012). Cyberbullying: Challenges and opportunities for a research program — A response to Olweus. European Journal of Developmental Psychology, 9(5), 553-558.

Smith, P. K., Mahdavi, J., Carvalho, M., Fisher, S., Russel, S., & Tippett, N. (2008). Cyberbullying: Its nature and impact in secondary school pupils. Child psychology and Psychiatry, 49(4), 376-385.

Smith, P. K., Steffgen, G., & Sittichai, R. (2013). The nature of cyberbullying, and the international network. Em P. K. Smith, & G. Steffgen (eds), Cyberbullying through the new media: Findings from an international network (pp. 3-19). Londres: Psychology Press.

Tokunaga, R. S. (2010). Following you home from school: A critical review and synthesis of research on cyberbullying victimization. Computers in human behavior, 26(3), 277-287.

Topcu, Ç., & Erdur-Baker, Ò. (2010). The Revised Cyber Bullying Inventory (RCBI): validity and reliability studies. Procedia Social and Behavioral Sciences, 5, 660-664.

Van Geel, M., Vedder, P., & Tanilon, J. (2014). Relationship between peer victimization, cyberbullying and suicide in children and adolescents. JAMA Pediatrics, 168(5), 435-442.

Varella, J., Pérez, J. C., Schwaderer, H., Astudillo, J., & Lecannelier, F. (2014). Caracterización de cyberbullying en el gran Santiago de Chile, en el año 2010. Revista Quadrimestral da Associação Brasileira de Psicologia Escolar e Educacional, 18(2), 347-354.

Völlink, T., Bolman C., Eppingbroek, A., & Dehue, F. (2013). Emotion-focused coping worsens depressive feelings and health complaints in cyber-bullied children. Journal of Criminology, Article ID 416976, 10 pages.

Walrave, M., & Heirman, W. (2013). Adolescents, online marketing and privacy: predicting adolescents' willingness to disclose personal information for marketing purposes. Children and society, 27(6), 434-447.

Wendt, G. W. (2012). Cyberbullying em adolescentes brasileiros (dissertação de mestrado). Universidade do Vale do Rio dos Sinos, São Leopoldo.

Ybarra, M., Boyd, D., Korchmaros, J., & Oppenkeim, J. K. (2012). Defining and measuring cyberbullying within the larger context of bullying victimization. Journal of Adolescent Health, 51(1), 53-58.



Inicio