10.14718/ACP2025.28.2


Artículo


Percibir más desigualdad, cuando se es menos clasista, incrementa el apoyo a políticas redistributivas

Perceiving More Inequality, When One Is Less Classist, Increases Support for Redistributive Policies



Andrea Velandia-Morales 1
Sofía Gómez Salazar 2
Carlos Esteban Cabrera 3
Wilson López-López 4*

1 Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, España
0000-0002-8388-0984

2 Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España
0000-0001-7562-1416

3 Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia
0009-0003-9357-8740

4 Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia
0000-0002-2964-0402


* Datos de contacto: Departamento de Psicología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
lopezw@javeriana.edu.co

Nota del autor: Queremos agradecer al semillero de investigación Evolución, Comportamiento y Cultura de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.

Conflicto de intereses: Declaramos que no existe ningún conflicto de interés por parte de las autoras/es con respecto al tema de investigación. Las bases de datos se pueden compartir a solicitud.


Recibido: julio 3/2024;
Concepto de evaluación: agosto 26/2024
Aceptado: octubre 16/2024

Cómo citar [APA]: Velandia-Morales, A., Cabrera, C. E., Gómez Salazar, S., & López-López, W. (2024). Percibir más desigualdad, cuando se es menos clasista, incrementa el apoyo a políticas redistributivas. Acta Colombiana de Psicología, 28, 1-22. https://doi.org/10.14718/ACP2025.28.2



Resumen

La desigualdad económica constituye un problema a nivel mundial al que se le puede hacer frente mediante políticas de redistribución de recursos. Sin embargo, el apoyo a estas políticas no es unánime y está condicionado, entre otros factores, por la desigualdad percibida, la clase social y el estatus socioeconómico. Los estudios realizados al respecto se concentran en algunos países, pero es necesario ampliar la mirada y estudiar este fenómeno en otras regiones del mundo, por ejemplo, en Latinoamérica. Por ello, el presente estudio se busca ampliar la perspectiva geográfica e incorporar otra variable que puede tener incidencia en el apoyo a la redistribución; a saber, el rol del clasismo, y si este interactua con la desigualdad percibida y con el apoyo de políticas redistributivas en el contexto colombiano. Específicamente, se realizó un estudio de tipo cuantitativo, en el que se aplicó una encuesta a 698 personas residentes en Colombia para medir la desigualdad percibida, el estatus socioeconómico, el clasismo y el apoyo a la redistribución. Para el análisis de datos se realizaron correlaciones y regresión lineal, con lo cual se encontró que una mayor percepción de desigualdad en la distribución de los recursos y un menor clasismo se asocian con un incremento en el apoyo a políticas redistributivas, y que el clasismo y el estatus socioeconómico subjetivo actúan como moderadores en la relación entre la percepción de desigualdad en la distribución de recursos y el apoyo a la redistribución. Los resultados sugieren la importancia de considerar el clasismo y el estatus socioeconómico en el diseño de políticas públicas enfocadas en la redistribución.

Palabras clave: psicología de la desigualdad, clase social, clasismo, estatus socioeconómico, redistribución económica, reducción de la desigualdad.


Abstract

Economic inequality is a global problem, which can be tackled through resource redistribution policies. However, support for these policies is not unanimous and is influenced by various factors, including perceived inequality, social class, and socioeconomic status. Previous studies have mainly focused on certain countries, making it necessary to broaden our perspective and examine this phenomenon in other regions, such as Latin America. Therefore, this study aims to expand the geographical scope and incorporate an additional variable that may influence support for redistribution: the role of classism and its interaction with perceived inequality in shaping attitudes toward redistributive policies in the Colombian context. This study employed a quantitative approach, applying an online survey to 698 Colombian residents to measure perceived inequality, socioeconomic status, classism, and support for redistribution. Correlation and linear regression analyses were conducted. The findings indicate that greater perceived inequality in resource distribution and lower levels of classism are associated with increased support for redistributive policies. Furthermore, classism and subjective socioeconomic status moderate the relationship between perceived inequality in resource distribution and support for redistribution. These results highlight the importance of considering classism and socioeconomic status in the design of public policies aimed at redistribution.

Keywords: psychology of the inequality, social class, classism, socioeconomic status, economic redistribution, inequality reduction.


Introducción

La desigualdad económica es la distribución asimétrica de los recursos (p. ej., ingresos o riqueza) en un contexto determinado (Willis et al., 2022), y en la actualidad se encuentra, respecto a otros momentos de la historia, en los niveles más altos (Alvaredo et al., 2018). Por sus consecuencias negativas y continuo crecimiento, es uno de los tópicos que mayor preocupación psicosocial, política y económica genera (Easterbrook, 2021; Jetten & Peters, 2019), pues no solo hay más desigualdad hoy que hace 40 años, sino que la transmisión de las diferencias de ingresos entre generaciones sigue siendo sustancial (Cappellari et al., 2016). De hecho, de acuerdo con el Informe sobre la Desigualdad Global (Chancel et al., 2022), el 10 % más rico de la población mundial recibe actualmente el 52 % de los ingresos globales, mientras que la mitad más pobre gana solo el 8.5 %.

Ahora bien, una de las posibles formas de reducir la desigualdad económica es a través de la redistribución de recursos (Atkinson, 2015; Wienk et al., 2021), por ejemplo, mediante la tributación progresiva, el suministro de bienes y servicios (p. ej., sanidad y la educación pública) y la concesión de subvenciones proporcionadas por el Estado (Wienk et al., 2021). Sin embargo, distintas variables pueden facilitar o no la implementación de estas políticas (Alvaredo et al., 2018; García-Sánchez & De Carvalho Galvão, 2022). Teniendo esto en cuenta, desde la psicología de la desigualdad se ha estudiado la desigualdad percibida (Choi, 2021; Gimpelson & Treisman, 2018; Willis et al., 2022), las ideologías que justifican la desigualdad (Bullock et al., 2008; García-Sánchez et al., 2020) y factores relacionados con la clase, tales como la movilidad social, el nivel socioeconómico (Brown-Iannuzzi et al., 2015; Davidai & Gilovich, 2015; Fatke, 2018) y la deshumanización asociada a la clase social (Sainz et al., 2020); donde se ha encontrado que la deshumanización hacia los grupos con menor nivel socioeconómico (NSE) se relaciona con un menor apoyo a políticas redistributivas, debido a las atribuciones internas que se hacen sobre el éxito o fracaso social de estos grupos (Sainz et al., 2020). Sin embargo, no se ha profundizado en el rol el clasismo como variable que promueve una visión jerárquica de la sociedad (Liu & Ali, 2008).

Desigualdad percibida y apoyo a la redistribución

Una de las grandes paradojas en el estudio de la desigualdad económica es entender por qué, aunque tiene múltiples efectos negativos y crece constantemente, es continuamente justificada y tolerada. Ahondar en esta paradoja es fundamental para identificar los obstáculos que impiden el apoyo a las políticas redistributivas y formular estrategias que los contrarresten (García-Sánchez, 2021), y, para hacerlo, la evidencia sugiere que, más que la desigualdad objetiva, se debe estudiar la desigualdad económica percibida (Willis et al., 2022).

Por un lado, la desigualdad objetiva se define principalmente desde una perspectiva económica y se refiere a la distribución desigual e injusta de los recursos entre quienes comparten una sociedad (Koh, 2020). De manera histórica, se ha explicado por el progreso industrial y tecnológico, que ha incidido en la demanda y cualificación de los oficios e interferido en el valor de los salarios y las amplias brechas que se generan entre ellos (Milanovic, 2012; Piketty, 2015). En este sentido, se entiende que no es un fenómeno natural, sino que es el resultado de la organización política, social y económica de sociedades en las que se ha dado más valor al crecimiento desmedido de la economía y a la acumulación de capital, y en las que históricamente se han distribuido de forma sesgada los recursos y las oportunidades (Milanovic, 2012, 2016).

Por otro lado, la desigualdad percibida es la interpretación o estimación de los niveles de desigualdad objetivos (p. ej., distribución del ingreso o la riqueza) (Bruckmüller et al., 2017; Engelhardt & Wagener, 2014), y es la que explica mejor los efectos psicosociales de la desigualdad económica (Easterbrook, 2021; Nishi et al., 2015; Willis et al., 2022), pues la interpretación que se hace de la desigualdad puede afectar la percepción y las actitudes hacia el entorno social, así como modificar el comportamiento de los individuos (Davidai, 2018; Jetten & Peters, 2019; Mijs, 2018; Velandia-Morales et al., 2021, 2022).

En relación con el apoyo a la redistribución, se ha identificado que la valoración de la desigualdad puede obstaculizar la implementación de este tipo de políticas (Choi, 2021; García-Sánchez et al., 2020; García-Sánchez & De Carvalho Galvão, 2022; Gimpelson & Treisman, 2018). Puntualmente, las atribuciones de pobreza, la meritocracia, las creencias que justifican la desigualdad (Bullock et al., 2008; García-Sánchez et al., 2020), la movilidad social (Davidai & Gilovich, 2015; Matamoros-Lima et al., 2023) y el nivel socioeconómico (Brown-Iannuzzi et al., 2015; Condon & Wichowsky, 2020) pueden incidir en la aceptación o no de medidas que redistribuyan los ingresos y los recursos de una manera más igualitaria.

Específicamente, se ha encontrado que las creencias meritocráticas, basadas en la atribución interna, alimentan ideas relacionadas con culpar a los pobres o justificar la acumulación excesiva de capital (Davidai, 2021; Newman et al., 2015; Rodríguez-Bailón et al., 2017), lo que incide en una mayor aceptación de niveles más altos de desigualdad (Easterbrook, 2021; García-Sánchez, 2021) y modifica las preferencias por la redistribución (Hauser & Norton, 2017). Así, cuando la distribución de los recursos se considera justa (vs. injusta), el apoyo a la redistribución disminuye (Dawtry et al., 2015; Kim & Lee, 2018).

Finalmente, en cuanto a nivel socioeconómico, se ha encontrado que individuos con un nivel socioeconómico bajo (vs. alto) tienden a apoyar más la redistribución (Brandt, 2013; Brandt et al., 2020), mientras que las personas con un nivel socioeconómico alto, si consideran que se benefician del sistema económico, se opondrán a la redistribución (Caricati & Owuamalam, 2020). De igual forma, quienes tienen más recursos extrapolan su opulenta realidad al estimar los niveles generales de riqueza (Galesic et al., 2012; García-Sánchez, Willis, Rodríguez-Bailón, García-Castro, et al., 2018), lo que los lleva a percibir niveles más altos de riqueza y, en consecuencia, a mostrar una oposición más significativa a las políticas redistributivas (Easterbrook, 2021).

El papel de la clase social y el estatus en el apoyo a la redistribución

Las jerarquías sociales que dividen las sociedades en grupos utilizan sistemas de estratificación basados en el acceso a la riqueza, la propiedad, el poder y el prestigio (Kraus & Keltner, 2009; Manstead, 2018). En las ciencias sociales, este sistema de estratificación se refiere a la clase social (Moya & Fiske, 2017) y se puede determinar mediante indicadores objetivos como ingresos, riqueza, nivel educativo y prestigio asociado a la ocupación (Kraus & Keltner, 2009; Manstead, 2018). Estos indicadores, enmarcados dentro del estatus económico, permiten ubicar a los miembros de un grupo en una posición específica dentro de la jerarquía social (Colbow et al., 2016). Adicional a esto, la clase social incorpora elementos valorados subjetivamente (p. ej., prestigio, respeto o admiración) que le otorgan al individuo una posición relativa dentro del grupo, lo que se define como estatus social (Fiske et al., 2016; Leary et al., 2014).

La posición social que se ocupa según el estatus (subjetivo u objetivo) que se posee puede ser un buen predictor del apoyo o no apoyo a las políticas redistributivas (Brown-Iannuzzi et al., 2015; Duman, 2020; Payne, 2017; Walsh et al., 2004), pues diversos estudios muestran que quienes tienen ingresos más bajos (vs. más altos) consideran que tienen menos oportunidades de progreso económico, lo que lleva a una mayor atribución externa del éxito económico y resulta en un mayor apoyo a las políticas redistributivas (Kim & Lee, 2018; Newman et al., 2015). No obstante, también se encuentran estudios que han señalado que las clases altas y bajas están de acuerdo en redistribuir los recursos en sociedades con mayor desigualdad económica (Rueda & Stegmueller, 2016).

Estas diferencias en los resultados resaltan la importancia de considerar la clase social y el estatus social (objetivo/subjetivo) para entender el apoyo a las políticas redistributivas (Brown-Iannuzzi et al., 2015; Condon & Wichowsky, 2020; Duman, 2020; Fatke, 2018). Asimismo, evidencia la necesidad de incluir otras variables asociadas con la clase social, como, por ejemplo, el clasismo, entendido como el prejuicio hacia las personas que pertenecen a una determinada clase social (Liu & Ali, 2008).

De hecho, el clasismo constituye otra forma de opresión, y se ha convertido en una práctica de marginación y discriminación, particularmente contra las personas de las clases sociales más bajas (Jordan et al., 2021; Liu et al., 2004). Además, puede implicar una falta de reconocimiento de las diferencias entre grupos de clase (de manera indirecta), o bien implicar una posición directa contra las personas de una clase social diferente (de forma explícita) (Jordan et al., 2021; Sainz, 2024; Sainz & Jiménez-Moya, 2023). Específicamente, la investigación sobre el clasismo ha identificado que los estereotipos grupales a menudo contienen una combinación de creencias negativas y positivas (Durante et al., 2017; Fiske et al., 2002), lo cual conduce a una clasificación alternativa llamada clasismo ambivalente, que incluye un clasismo benévolo (caracterizado por la condescendencia) y uno hostil (discriminación grupal tradicional) (Sainz et al., 2021).

Finalmente, cabe mencionar que investigaciones previas han encontrado que niveles altos o moderados de clasismo conllevan una menor preocupación por la desigualdad económica y un menor apoyo a la renta básica universal o al aumento de los impuestos (Sainz, 2024; Sainz & Jiménez-Moya, 2023).

Desigualdad y redistribución en Colombia

Colombia es uno de los países más desiguales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE; Ramírez, 2020), en tanto que se ha encontrado que el ingreso del 10 % más rico de los colombianos es once veces mayor que el del 10 % más pobre. De hecho, en la época de la pandemia por covid-19, la desigualdad aumentó de manera importante, pues se dice que dicha problemática empujó a alrededor de 3.6 millones de personas más a la pobreza (López-López & Velandia-Morales, 2020); y, más recientemente, según el último informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE, 2024), el índice Gini de Colombia para el 2023 era de 54.6, lo que ratifica que Colombia es uno de los países más desiguales de la región en la actualidad.

Uno de los factores que se relaciona con esta desigualdad es la propiedad y distribución de la tierra. De acuerdo con el Censo Nacional Agropecuario (Roldán, 2022), en Colombia el 1 % de las fincas de mayor tamaño acapara el 81 % de la tierra, mientras que el 19 % de la tierra restante se reparte entre el 99 % de las fincas, lo que evidencia la inequidad en la distribución de la tierra. Pero la propiedad de la tierra no es lo único que explica la desigualdad en Colombia, también influye la distribución de la riqueza y el capital, la informalidad laboral, el escaso acceso a la educación y las brechas salariales por género, raza y lugar de origen (Bogliacino et al., 2015; Sánchez-Torres, 2017). Además, el conflicto armado y el desplazamiento forzado de las últimas décadas han exacerbado esta desigualdad, que es más desventajosa para las personas nacidas en áreas rurales en comparación con las nacidas en regiones urbanas (Sánchez-Torres, 2017). En consecuencia, una parte importante de la desigualdad en Colombia está condicionada por circunstancias que no están bajo el control de las personas (herencia, lugar de nacimiento, género, raza).

En cuanto a su estructura social, Colombia tiene un sistema de estratificación (regulado por la Ley 142 de 1994) que contempla seis estratos socioeconómicos que inciden en la organización estructural de las ciudades (p. ej., barrios, comunas). Esta división se hace teniendo en cuenta la infraestructura de la zona y las condiciones físicas de la vivienda (Bogliacino et al., 2015), y es a partir de esta que se determina el costo de la vivienda (alquiler, compra) y de los servicios públicos (agua, electricidad, gas natural, entre otros), por lo que vivir en un estrato determinado dependerá de los ingresos que se perciban. Específicamente, los tres primeros estratos son asequibles para personas con los ingresos más bajos, el estrato cuatro es para ingresos medios, y los dos superiores, para quienes tienen ingresos más altos (DANE, s. f.).

Este sistema de estratificación se concibió inicialmente como una forma de redistribución, ya que los estratos más altos (5 y 6) subsidian parte de los servicios públicos de los estratos más bajos (1, 2 y 3). No obstante, a lo largo del tiempo, esta forma de segmentar la ciudad ha incrementado la distancia social entre los diferentes estratos económicos, lo cual ha tenido impacto en las dinámicas sociales y ha generado procesos de discriminación en función del estrato que naturalizan las diferencias sociales basadas en el ingreso (Bogliacino et al., 2015).

Ahora bien, es importante tener en cuenta que los estudios sobre la psicología de la desigualdad en Latinoamérica están en crecimiento y que, aunque en Colombia aún son limitados, los pocos que se han realizado han demostrado que la desigualdad en el país está representada principalmente por la identificación de clases sociales y la presentación de relaciones intergrupales basadas en la discriminación y la exclusión social (García-Sánchez et al., 2024; García-Sánchez, Willis, Rodríguez-Bailón, Palacio Sañudo et al., 2018). No obstante, es necesario tener una visión global sobre los efectos psicosociales de la desigualdad percibida, ya que hasta ahora la investigación realizada se ha centrado en muestras WEIRD (Occidental, Educada, Industrializada, Rica y de países Desarrollados, por sus siglas en inglés), lo cual dista de la representatividad a nivel mundial (Castillo et al., 2022). Parece entonces pertinente ahondar en el papel de las creencias ideológicas de clase social y la percepción de la desigualdad para contribuir a la explicación del apoyo a las políticas redistributivas en contextos latinoamericanos.

La presente investigación

Teniendo lo anterior en cuenta, con la presente investigación se buscó examinar la interacción entre la desigualdad percibida y el clasismo y su relación con el apoyo a las políticas redistributivas en el contexto colombiano. Como hipótesis, se estableció que: una mayor percepción de desigualdad se relaciona con un mayor apoyo a la redistribución (H1), un menor nivel de clasismo se relaciona positivamente con el apoyo a la redistribución (H2); un menor nivel de clasismo aumenta el efecto positivo de la desigualdad percibida en el apoyo a las políticas redistributivas (H3); y, por último, que un menor nivel socioeconómico (subjetivo/objetivo) aumenta el efecto positivo de la desigualdad percibida en el apoyo a las políticas redistributivas (H4a y H4b) (véase Figura 1).

Figura 1. Hipótesis propuestas de las relaciones entre desigualdad percibida, clasismo y apoyo a las políticas redistributivas


Método

Diseño

Se llevó a cabo un estudio de tipo ex post facto, debido a que no se manipuló la variable independiente (León & Montero, 2007), y porque los análisis se centraron en identificar relaciones entre variables.

Procedimiento y participantes

Mediante un muestreo de tipo no probabilístico, se obtuvo una muestra de población general de las principales ciudades del país. Teniendo en cuenta los criterios de inclusión definidos (nacionalidad colombiana y residencia actual en el país), el tamaño muestral final fue de 698 personas. Se realizó un análisis post hoc utilizando el software Gpower, y se encontró que el tamaño de la muestra tenía potencia del 95 % para detectar un tamaño de efecto pequeño 2p=.15). Aunque la muestra tiene una potencia aceptable, es importante mencionar que, al ser un muestreo de tipo no probabilístico, los resultados no son generalizables a la población Colombia en su totalidad (p. ej., zonas rurales y urbanas).

En cuanto a la recolección de datos, se aplicó una encuesta en línea por medio de Google Forms, distribuida a través de redes sociales digitales. La información demográfica sobre quienes participaron se presenta en la Tabla 1.

Tabla 1. Información demográfica de la muestra

Característica

Rango

%

Edad

18 a 24

53.6

25 a 34

15.6

35 a 44

7.2

45 a 54

10

55 a 64

11.3

65 o más

2.3

Nivel educativo

Primaria

1.6

Bachillerato

16.2

Técnico

5.2

Tecnológico

3.6

Universitario

58.6

Especialización

7.6

Maestría

6.7

Doctorado

0.6

Género

Mujeres

60

Hombres

38.7

No binario

1

Otros

0.3

Ingreso mensual

Menos de 1 000 000 COP

39

1 000 000 / 1 999 999 COP

19.9

2 000 000 / 2 999 999 COP

10.9

3 000 000 / 3 999 999 COP

7

4 000 000 / 4 999 999 COP

4.4

5 000 000 / 5 999 999 COP

3.4

6 000 000 / 6 999 999 COP

3.3

7 000 000 / 7 999 999 COP

2.4

8 000 000 / 8 999 999 COP

2

9 000 000 / 9 999 999 COP

1.6

Más de 10 000 000 COP

6


Instrumentos

Quienes participaron respondieron a un cuestionario con siete instrumentos, presentados en el orden tal como aparece a continuación.

Escala de desigualdad económica percibida en la vida cotidiana (PEIEL), de García-Castro et al. (2019)

Se utilizó la versión abreviada compuesta por cuatro ítems (p. ej., "Entre las personas que conozco, algunas no pueden permitirse gastos imprevistos y otras los afrontan sin ninguna dificultad"), que se responden a partir de una escala tipo Likert de siete puntos, donde 1 = "totalmente en desacuerdo" y 7 = "totalmente de acuerdo". En estudios anteriores, esta versión abreviada ha mostrado una consistencia interna aceptable, así como índices de ajustes adecuados (Willis et al., 2024), y en la presente investigación, la consistencia interna de la escala fue evaluada utilizando varios coeficientes de fiabilidad: (a) el alfa de Cronbach fue de a = .796, lo cual indica una alta coherencia interna entre los ítems; (b) el coeficiente Guttman's Lambda 6 (G.6) fue de .76, lo que proporciona un soporte adicional para la consistencia interna de la escala; el coeficiente omega hierarchical (Qh), usado para evaluar la fiabilidad de la estructura unidimensional de la escala, fue de .77, lo que sugiere que una proporción significativa de la varianza en las puntuaciones puede atribuirse a un factor general dominante; el omega h asintótico fue de .92, lo cual indica una excelente consistencia interna y refuerza la presencia de un fuerte factor general; y el coeficiente omega total (Qt) fue de .80, el cual sugiere que el 80 % de la varianza total en las puntuaciones de la escala es atribuible a factores comunes, por lo que se confirma la alta fiabilidad general de la escala.

Escala de desigualdad económica percibida, de Willis et al. (2015)

Escala compuesta por dos ítems: "¿En qué medida cree que la sociedad colombiana es actualmente desigual/ igual en la distribución de los recursos?", que se responden a partir de una escala tipo Likert de siete puntos, donde 1 = "nada desigual/igual" y 7="totalmente desigual/igual". En esta escala, los ítems se recodificaron para el análisis, de modo que se calculó la media entre los dos ítems para cada participante, con el fin de obtener una confiabilidad adecuada, dado que los indicadores estaban consistentemente correlacionados (rho Spearman-Brown = .61, p < .001) (Eisinga et al., 2013). Las puntuaciones más altas indican una alta desigualdad económica percibida.

Escala esquemática de la desigualdad, de Evans et al.(1992)

Para esta escala se respondía a la siguiente instrucción: "A continuación encontrará diferentes representaciones gráficas de la distribución de las personas en una sociedad según los ingresos que tienen. Por favor, mire las fotos y responda: En su opinión, ¿qué tipo de sociedad es Colombia hoy? Elija el diagrama que mejor represente su opinión". Cada diagrama iba acompañado de una breve descripción (véase Figura 2).

Figura 2. Escala diagramática de desigualdad

Tipo A

Tipo B

Tipo C

Tipo D

Tipo E

Una pequeña élite en la cima, muy pocas personas en el medio y la gran mayoría en la base.

Una sociedad como una pirámide, con una pequeña élite en la cima, más gente en el medio y la mayoría de la gente en la base.

Una pirámide, pero con sólo unas pocas personas en la base.

Una sociedad con la mayoría de la gente en el medio.

Muchas personas cerca de la cima y sólo unas pocas cerca de la base.

Nota. Adaptada de ISSP 2009.


Estatus subjetivo

Para evaluar el estatus subjetivo se utilizó la Escalera MacArthur (Adler et al., 2000), en la que se pide ubicarse en un escalón del 1 al 10, según la posición que se cree ocupar en la escalera social.

Estatus objetivo

Los participantes indicaron el estrato socioeconómico que aparece en los recibos de los servicios públicos de sus hogares. Tal como se describe en la Norma Colombiana de Clasificación Socioeconómica (DANE, s. f.), el estrato socioeconómico puede establecerse desde el estrato 1 hasta el estrato 6, donde 1 = bajos ingresos y 6=altos ingresos.

Inventario de clasismo ambivalente (ACI)

Se utilizó la versión adaptada y validada por Sainz et al. (2021), la cual mostró, en dicha validación, una consistencia interna aceptable, así como índices de ajustes adecuados. Específicamente, este inventario consta de 20 ítems (p. ej., "Sin supervisión, es probable que las personas pobres gasten todo su dinero en drogas o alcohol"), que se responden en una escala tipo Likert de siete puntos, donde 1 = "totalmente en desacuerdo" y 7="totalmente de acuerdo". Para la presente investigación, la consistencia interna de la escala se evaluó con: (a) el alfa de Cronbach, que fue de a =.899, lo que indica una alta coherencia interna entre los ítems; (b) el índice Guttman's Lambda 6 (G.6), que fue de .94; y el coeficiente omega total (Qt), que fue de .94, el cual sugiere que el 94 % de la varianza total en las puntuaciones de la escala se atribuye a factores comunes, con lo cual se puede confirmar la alta fiabilidad general de la escala.

Escala de apoyo a la redistribución, de García-Sánchezet al. (2022)

Compuesta por siete ítems (p. ej., "El Gobierno tiene la responsabilidad de reducir la brecha de ingresos entre los que tienen más y los que tienen menos"; "El Gobierno debería gastar más dinero en subsidios para los pobres"), que se responden en una escala tipo Likert de siete puntos, donde 1 = "totalmente en desacuerdo" y 7 = "totalmente de acuerdo". Esta escala presentó una alta consistencia interna entre los ítems, pues su valor de alfa de Cronbach fue de a = .781, en el índice Guttman's Lambda 6 (G.6) fue de .77, y en el coeficiente omega total (Qt) fue de .83, lo cual sugiere una alta fiabilidad general de la escala.

Demografía

Finalmente, se preguntó por algunos datos sociodemográficos de cada participante, como el nivel educativo, edad, sexo e ingresos personales.

Análisis de datos

Para el análisis de datos se utilizó el software estadístico SPSS, versión 18, en el cual, por medio de análisis descriptivos de las variables (medias y desviaciones estándar) y un análisis de correlaciones con el estadístico de Pearson, se buscó dar respuesta a los objetivos de la investigación. Adicionalmente, para realizar los análisis de mediación y moderación se utilizó el módulo Process para SPSS —específicamente, se corrió el Modelo 4 para mediación y el Modelo 1 para moderación, y en ambos modelos se usaron 10 000 muestras bootstrapping y un IC 95 %— (Hayes, 2018).

Consideraciones éticas y legales

El presente estudio se ciñe a la Ley 1090 de 2006, en la cual se "reglamenta el ejercicio de la profesión de Psicología, se dicta el Código Deontológico y Bioético y otras disposiciones", respetando los principios de beneficencia, no maleficencia, veracidad, solidaridad, y fidelidad, además de los contemplados en ley (art.13).

En este sentido, los datos recolectados fueron anonimizados con códigos alfanuméricos para asegurar el cumplimiento de la ley de protección de datos personales; además, cada participante diligenció un consentimiento informado, en el cual se informaba el objetivo de la investigación, su alcance, el uso de la información suministrada, el tiempo estimado, el esfuerzo que requería su participación y el nivel de riesgo (definido como mínimo, puesto que la investigación no conlleva ningún peligro físico o psicológico asociado). Las personas que hicieron parte de esta investigación fueron mayores de edad, participaron de manera voluntaria y tenían la posibilidad de retirarse en cualquier momento si así lo manifestaban, sin ninguna consecuencia negativa asociada.

Resultados

En términos generales, tras la aplicación de las escalas descritas en el método, la mayoría de las personas entrevistadas reportó una alta percepción de desigualdad —según las escalas tipo Likert de 1 a 7, en la Escala de percepción de desigualdad de la vida cotidiana (PEIEL) la media fue de 6.09 (DE=1.08), en la Escala de percepción de la desigualdad fue de 5.62 (DE=1.12), y en la Escala diagramática, de 3.88 (DE=1.04)—, pero un escaso apoyo a la redistribución (M = 4.79, DE=1.19).

En particular, las correlaciones entre las variables sugieren que el estatus social (objetivo y subjetivo) se relaciona negativamente con la percepción de desigualdad cuando esta se describe en función de la distribución de recursos (r=-.12, p < .01; r=-.15, p < .01, respectivamente) o según la distribución de las personas en estratos de acuerdo con sus ingresos (r=-.13, p < .01; r=-.11, p < .01, respectivamente). Así, a mayor estatus, menor percepción de desigualdad. De forma contraria, cuando se pregunta por la desigualdad en la vida cotidiana, la correlación con el estatus es positiva, por lo que las personas con mayor estatus (objetivo/subjetivo) perciben más desigualdad (r=-.13, p < .01; r=-.07, p < .01, respectivamente).

En cuanto al apoyo a la redistribución, se encontró una relación positiva entre la percepción de desigualdad basada en la distribución de recursos y el apoyo a las medidas distributivas (r = .28, p < .01). Por lo tanto, percibir una mayor desigualdad en la distribución de los recursos conduce a un mayor apoyo a la redistribución. Sin embargo, esta relación no fue significativa cuando se midió la percepción de desigualdad en la vida cotidiana (r = .05, ns).

En relación con el estatus, las correlaciones sugieren que son las personas con mayor estatus objetivo y subjetivo las que menos apoyan la redistribución (r = -.19, p < .01; r = -.09, p < .01, respectivamente); mientras que, en cuanto al clasismo, las personas que puntúan menos en clasismo son las que más apoyan las medidas redistributivas (r = -.12, p < .01) y las que perciben mayor desigualdad en la distribución de los recursos (r=-.17, p < .01) (véase Tabla 2).

Tabla 2. Estadísticos descriptivos y correlaciones entre variables

 

M

DE

1

2

3

4

5

6

7

1 PEIEL

6.09

1.08

-

.15**

.04

.07**

.13**

.01

.05

2 Desigualdadeconómica percibida-distribución de recursos

5.62

1.12

 

-

.22**

- 15**

- 12**

-.17**

.28**

3 Escala diagramática de desigualdad

3.88

1.04

   

-

-.11*

-.13*

-.03

.14**

4 Estatus subjetivo

5.95

1.63

     

-

.57**

-.06

-.09*

5 Estatus objetivo

3.79

1.27

       

-

-.09*

-.19**

6 Clasismo

3.60

1.02

         

-

-.12**

7 Apoyo a la redistribución

4.79

1.19

           

-

Nota. Correlaciones de Spearman, **p < .01, *p < .05. En negrilla las correlaciones no significativas.


Ahora bien, para responder a las dos primeras hipótesis se realizaron dos regresiones lineales. En la primera, la percepción de desigualdad en la distribución de recursos (Modelo 1) y la escala diagramática de desigualdad (Modelo 2) se utilizaron como predictores del apoyo a la redistribución, mientras que, en la segunda, el predictor fue el nivel de clasismo1.

Como resultado, el Modelo 1 de la primera regresión lineal fue significativo (F(1, 696) = 62.699, p = .000), de manera que se puede decir que una mayor percepción de desigualdad predice un mayor apoyo a la redistribución (6 = 0.30). Por el contrario, el Modelo 2, que incluye la escala diagramática de desigualdad, no fue significativo (F(2, 695) = 33.191, p = .063), lo que permite confirmar parcialmente la primera hipótesis respecto a si la percepción de desigualdad predice un mayor apoyo a la redistribución. Por otra parte, la segunda regresión lineal fue significativa (F(1, 696) = 8.296, p = .004), por lo que se puede decir que un menor nivel de clasismo predice un mayor apoyo a la redistribución (6 = -0.12), lo cual permite confirmar la segunda hipótesis (véase Tabla 3).

Tabla 3. Regresiones lineales sobre los predictores del apoyo a la redistribución

Nota. Los valores p significativos en negrilla.


Respecto a la tercera hipótesis, es decir, para identificar si un menor nivel de clasismo incrementa el efecto positivo de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a las políticas redistributivas, se realizó un análisis de moderación utilizando el Modelo 1 de la macro Process del SPSS (Hayes & Scharkow, 2013), con 10 000 muestras bootstrapping y un IC del 95 %. En este, la percepción de desigualdad en la distribución de recursos se incluyó como variable predictora, el clasismo como moderador, y el apoyo a la redistribución como variable criterio. Los resultados mostraron que el modelo fue significativo (F(3,694) = 27.600, p = .000, R2 = .10), y lo más importante es que el clasismo moderó la relación entre la percepción de desigualdad en la distribución de recursos y el apoyo a la redistribución (β = -.13, SE = .03, t (694) = -3.98, p = .0001).

Específicamente, se encontró que, a medida que disminuye el clasismo, aumenta la percepción de desigualdad y aumenta el apoyo a las medidas redistributivas. En otras palabras, el efecto de una mayor percepción de desigualdad sobre un mayor apoyo a las medidas redistributivas aumenta significativamente a medida que disminuye el clasismo. Esto se puede observar en tres puntos de corte, según el nivel de clasismo: primer nivel: 4.62, β = .1659 (0.05), [0.0674, 0.2643]; segundo nivel: 3.59, β =.3088 (0.03), [0.2326, 0.3850]; y tercer nivel: 2.57, β =.4517 (0.05), [0.3430, 0.5604] (véase Figura 3). Adicional a esto, mediante la técnica ]ohnson-Neyman se puede identificar en qué punto a lo largo del moderador (clasismo) tiene efecto la desigualdad percibida, siendo este 4.98 en la escala de clasismo (rango 1-7). Así, cuando la puntuación está por debajo de 4.98, el efecto de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a las políticas redistributivas es significativo; por encima de esta puntuación, la percepción de la desigualdad deja de tener efecto. Esto quiere decir que, para las personas con mayor clasismo, percibir más desigualdad no afecta su apoyo a las medidas redistributivas. Estos hallazgos están alineados con las predicciones hechas en la tercera hipótesis.

Figura 3. Efecto condicional de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a la redistribución, según el nivel de clasismo


Por último, se estableció la hipótesis de que un nivel socioeconómico más bajo (subjetivo/objetivo) aumenta el efecto positivo de la desigualdad percibida en el apoyo a las políticas redistributivas (H4a y H4b). Para responder a estas hipótesis, se realizaron dos análisis de moderación con la macro Process del SPSS, Modelo 1, con 10 000 muestras bootstrapped y un IC del 95 %. En estos, se utilizó la percepción de desigualdad en la distribución de los recursos como variable predictora, el apoyo a las medidas redistributivas como variable criterio, y el nivel socioeconómico subjetivo (análisis 1) y objetivo (análisis 2) como variable moderadora.

Los resultados del primer análisis mostraron que el modelo de moderación fue significativo (F(3,694) = 23.16, p = 0.000, R2 = 0.09), lo cual evidencia un efecto de interacción entre la desigualdad y el estatus subjetivo sobre el apoyo a las medidas redistributivas (β=.04, SE=.02, t(694) = 2.06, p = .03). No obstante, contrario a las hipótesis, se encontró que, entre quienes tienen menor estatus subjetivo, percibir más desigualdad no las lleva a aumentar su apoyo a las medidas redistributivas. Por el contrario, en la medida en que el estatus subjetivo aumenta, percibir una mayor desigualdad incrementa el apoyo a la redistribución de manera estadísticamente significativa. Esto se puede ver en tres niveles de corte del estatus subjetivo: primer nivel: 4.31, β =.2149 (0.05), [0.1067, 0.3231]; segundo nivel: 5.94, β = .2949 (0.03), [0.2187, 0.3711]; y tercer nivel: 7.58, β =.3750 (0.05), [0.2680, 0.4820] (véase Figura 4). Además, se utilizó la técnica de ]ohnson-Neyman para identificar a partir de qué nivel de estatus subjetivo comienza a ser significativo el efecto de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a las políticas redistributivas, el cual mostró que, cuando el estatus subjetivo es mayo r o igual a 3.07, tener una mayor percepción de desigualdad aumenta el apoyo a las medidas redistributivas.

Figura 4. Efecto condicional de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a la redistribución, según el estatus subjetivo


Finalmente, el segundo análisis de moderación del modelo (con estatus objetivo como moderador) también fue significativo (F (3,694) = 30.38, p = .000, R2 = 0.11), sin embargo, no se encontró ningún efecto de interacción entre la desigualdad y el estatus objetivo sobre el apoyo a las medidas redistributivas (6=.05, SE = .02, t (694) = 1.89, p=.0583).

Discusión

El estudio sobre las relaciones y efectos que se gestan entre la desigualdad percibida y diferentes fenómenos psicológicos y sociales es un campo de estudio que está en crecimiento en América Latina (para algunos ejemplos, véase García-Sánchez et al., 2024; García-Sánchez, Willis, Rodríguez-Bailón, García-Castro et al., 2018; Pérez-Ahumada & García-Castro, 2024). No obstante, aún falta mucha investigación que permita tener una visión global sobre los efectos psicosociales de la desigualdad percibida, ya que hasta ahora la investigación realizada se ha centrado en muestras WEIRD (Occidental, Educada, Industrializada, Rica y de países Desarrollados, por sus siglas en inglés), lo cual dista de la representatividad a nivel mundial (Castillo et al., 2022). Teniendo esto en cuenta, el objetivo principal de esta investigación fue identificar si existía un efecto de interacción entre la desigualdad percibida y el clasismo que explicara el apoyo a políticas redistributivas, así como explorar el rol moderador del estatus social objetivo y subjetivo.

Investigaciones previas han demostrado que las relaciones entre la percepción de desigualdad y la posición socioeconómica son mixtas (García-Sánchez et al., 2022), lo cual sucede en parte porque las diferentes preguntas que se usan para medir la percepción de la desigualdad captan dimensiones diferentes de este mismo constructo. Así, mientras una perspectiva se relaciona con las brechas en la distribución de recursos o con la segmentación de la sociedad por grupos socioeconómicos, donde la evaluación que se hace depende del acceso a la información que se puede tener sobre desigualdad; de otro lado, desde una perspectiva distinta, medidas como la desigualdad de la vida cotidiana involucran la desigualdad que se observa en la vida diaria, lo que activa procesos de comparación social (García-Castro et al., 2022).

En relación con esto, uno de los hallazgos generales de la presente investigación es que, aunque se perciba alta desigualdad, la relación con el estatus es distinta, dependiendo de si esta se describe en función de la distribución de recursos o en función de la vida cotidiana. En este sentido, cuando se hace referencia a la distribución de recursos, las personas con un estatus subjetivo y objetivo más alto perciben menos desigualdad. Estos resultados están en línea con los hallazgos de Evans y Kelley (2017), quienes encuentran esta relación en una muestra longitudinal de 43 países, la cual explican, en parte, por los privilegios a los que acceden las personas de los estratos más altos, ya que estos les impiden percibir la desigualdad económica (Edmiston, 2018).

De otro lado, aunque de manera intuitiva se podría esperar que quienes están en la base de la pirámide tenderían a percibir más desigualdad, la evidencia muestra que esto no siempre es así, y esto tiene que ver con la dimensión de la desigualdad por la cual se pregunta (Castillo et al., 2022). Así, cuando la desigualdad se describe en términos de la vida cotidiana, la relación cambia, y son las personas con menos estatus social reportado (objetivo y subjetivo) quienes perciben menos desigualdad. Una posible explicación para ello es que los contextos altamente desiguales tienden a crear estratos socioeconómicos que dividen a los individuos en función de los recursos que poseen, y cuando esta segregación socioeconómica limita la interacción entre clases sociales, se disminuye la posibilidad de hacer comparaciones entre ellas, lo que termina incidiendo en la evaluación de las causas de la desigualdad (Condon & Wichowsky, 2020; García-Castro et al., 2020); esto es más saliente en la sociedad colombiana que de forma a priori se encuentra ya estratificada. No obstante, es importante aclarar que, aunque la presente investigación se llevó a cabo con población general, el muestreo no fue estratificado, ni representa el entorno rural o todas las zonas geográficas del país; además, por el tipo de investigación (correlacional), no se puede asegurar causalidad. Por estas razones, se hace necesario llevar a cabo otros estudios que repliquen estos resultados, pero con una muestra representativa de todos los estratos socioeconómicos y que incluya población de zonas rurales y urbanas.

De otro lado, en cuanto al apoyo a políticas redistributivas, se encontró que percibir una mayor desigualdad en la distribución de los recursos conduce a un mayor apoyo a la redistribución. Este hallazgo es consistente con los resultados de Andersen y Curtis (2015), donde se evidencia que el apoyo a la intervención estatal incrementa cuando también lo hace la percepción de desigualdad. Además, tal y como se estableció en la hipótesis, se alló un efecto de interacción entre la desigualdad y el estatus social subjetivo sobre el apoyo a las medidas redistributivas. No obstante, la dirección no fue la esperada, pues no se evidenció que para las personas de estrato más bajo percibir más desigualdad fuera un estímulo para apoyar políticas redistributivas; al contrario, se encontró que cuando el estatus subjetivo aumenta, percibir una mayor desigualdad incrementa el apoyo a la redistribución.

Este resultado podría ser contraintuitivo, ya que, siguiendo el razonamiento de la hipótesis de Meltzer-Richard, se esperaría que, a mayores niveles de desigualdad, mayor demanda y apoyo a la redistribución de los recursos, puesto que las personas se benefician de esto (Fatke, 2018). De hecho, estudios sobre el tema muestran que las personas con menor estrato socioeconómico son las que más apoyan estas políticas, ya que son las que tienden a beneficiarse más de la intervención gubernamental debido a su posición económica baja y a menudo más precaria (Andersen & Curtis, 2015), mientras que los grupos privilegiados tienden a estar más en contra de políticas distributivas, por ir en contra de sus intereses (Dawtry et al., 2015).

No obstante, es posible que este resultado se deba a un efecto techo en el apoyo a las políticas redistributivas por parte de las personas con menor estatus, es decir, que son ellas las que más apoyan la redistribución de recursos, independientemente del nivel de desigualdad que perciben, por lo que (para ellas) hacerles más saliente la desigualdad no sería un factor que incremente su apoyo a la redistribución o a construcciones políticas en las que una perspectiva conservadora de tipo ideológico e incluso religioso sesguen los análisis. Al contrario, en las personas de estatus más alto, aumentar la saliencia con la intención de incrementar la percepción de desigualdad puede mejorar su apoyo por la redistribución.

Por otra parte, respecto al clasismo, se encontró que este tiene un efecto moderador entre la desigualdad y el apoyo a redistribución. Puntualmente, se encontró que, en la medida en que disminuye el clasismo, percibir más desigualdad conlleva a un mayor apoyo a las políticas redistributivas, y viceversa, para las personas con mayor clasismo, percibir más desigualdad no afecta su apoyo a las medidas redistributivas.

La literatura que estudia la relación entre clasismo y redistribución es escasa, no obstante, si se tienen en cuenta que el clasismo se refiere a las actitudes negativas hacia aquellas personas que se encuentran en las posiciones más bajas de la escalera social, es posible que estereotipos como considerar que las personas en condición de pobreza son perezosas y facilistas (Jordan et al., 2021; Liu & Ali, 2008) se relacionen con un menor apoyo a políticas redistributivas.

En línea con esto, se ha investigado si la deshumanización tiene un papel en la oposición a la redistribución, donde se encuentra que, cuando se animaliza a los grupos de bajo nivel socioeconómico, se reduce el apoyo a la redistribución de la riqueza, al culparlos por su situación (Sainz et al., 2020). Estos hallazgos evidencian, además, el rol que tiene la meritocracia en el apoyo a la redistribución, ya que, si se considera que los resultados dependen del esfuerzo y que las personas con bajo nivel socioeconómico se esfuerzan poco, estas no deberían recibir beneficios fruto de la redistribución (Castillo et al., 2019). De otro lado, que un menor nivel de clasismo incremente el efecto positivo de la percepción de desigualdad sobre el apoyo a las políticas redistributivas podría deberse a que en las personas menos clasistas la desigualdad no sea considerada como una consecuencia cercana de las capacidades y el control de los individuos, por lo que es necesario la intervención del Estado en la redistribución, con el propósito de equilibrar la desigualdad (Kim & Lee, 2018).

Ahora bien, teniendo presentes las limitaciones de esta investigación, futuros estudios deberían considerar una mayor variabilidad de la muestra en términos demográficos, como edad, educación alcanzada, nivel económico, situación laboral, ingresos mensuales, posición ideológica o política, religiosidad, entre otros. Además, es importante tener en cuenta que esta investigación se llevó a cabo solo con población general de las principales ciudades del país, por lo que se hace necesario replicar estos análisis en población de otras regiones y zonas rurales, para explorar si existen diferencias relacionadas con las condiciones socioeconómicas de cada región.

Por otra parte, los hallazgos muestran la relevancia de profundizar en la psicología de la desigualdad en el contexto latinoamericano (García-Castro et al., 2023; Imhoff, 2021), y especialmente en Colombia, debido a sus particularidades histórico-sociales (García-Sánchez & De Carvalho Galvão, 2022). Así, se aporta información relevante para entender mejor la concepción de la desigualdad y las actitudes hacia la redistribución en un país altamente desigual, que, además, ha vivido un conflicto armado de más de ocho décadas, con más de 50 años de gobiernos con ideologías políticas afines a la derecha, los cuales, a través de sus discursos, han buscado legitimar las condiciones de desigualdad (Barreto-Galeano, 2021; Ramírez, 2020; Villa-Gómez et al., 2024).

En este sentido, y como lo señalan los hallazgos de López-López (2020) y López-López et al. (2021), es inevitable encontrar vínculos entre la legitimación de la desigualdad y la violencia sostenida y sistemática. Específicamente, estas investigaciones han mostrado cómo el conflicto armado sostenido ha marcado la vida cotidiana de toda la población e impactado en las prácticas culturales de gestión de los conflictos cotidianos y creencias asociadas. En relación con esto, se ha encontrado que, a través de las creencias relacionadas con la pobreza y la desigualdad, se ha fomentado la naturalización y legitimación del conflicto (Alzate & Dono, 2017; Barreto et al., 2009), lo que dificulta que se pueda transitar a la paz. Es por ello que acercarse a la explicación y la comprensión de la psicología de la desigualdad es determinante en los procesos de transición y de construcción de una paz sostenible (López & Taylor, 2021).

Adicional a esto, una de las implicaciones claras de este estudio es la importancia y el efecto que puede tener la difusión de información sobre la desigualdad del país, con el propósito de concientizar a las personas con un estatus (objetivo/subjetivo) más alto, ya que, como evidencian los resultados, aumentar la percepción de la desigualdad en personas de alto estatus incrementa su apoyo a las políticas redistributivas. Nuevos estudios podrían ahondar en si la divulgación de información sobre desigualdad puede corregir percepciones erróneas sobre la distribución de los recursos en el país, y si esto influye en las actitudes hacia las políticas redistributivas.

Finalmente, si bien se cuenta con un amplio marco teórico sobre la percepción de la desigualdad y sus efectos, cobra relevancia la transferencia del conocimiento, es decir, utilizar los hallazgos teóricos, por ejemplo, para la generación políticas públicas y para aumentar la concientización social. Así pues, es necesario construir líneas de investigación sostenidas en el tiempo que profundicen en la psicología de la desigualdad en Latinoamérica e incorporen variables como racismo, clasismo, percepción de movilidad social ascendente y descendente, o la legitimación de la violencia, ya que una mayor investigación y divulgación pueden alentar a todas las clases sociales a ser más críticas y conscientes de los problemas derivados de la distribución inequitativa de la riqueza.



Notas

1 En la regresión lineal no se utilizó la percepción de desigualdad en la vida cotidiana, ya que no existe una correlación significativa entre estas dos variables (r = 0.04 ns).



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